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Trastornos de la personalidad

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¿Qué son los Trastornos de la personalidad?

La manifestación esencial de un trastorno de la personalidad es un patrón duradero de conductas y experiencias internas que se desvía marcadamente de lo que culturalmente se espera del individuo y que va más allá de lo habitual en la mayoría de las personas. Este patrón se manifiesta por regla general a diferentes niveles: cognitivo (formas de percibir o interpretar situaciones y reacciones propias y/o ajenas), afectivo (intensidad, labilidad y adecuación de la respuesta emocional), relacional, control de impulsos, etc. La forma de comportamiento anormal de estas personas es duradera y de larga evolución, no limitándose a episodios concretos de larga enfermedad. No puede ser interpretado, por tanto, como una manifestación o consecuencia de otro trastorno mental y no se debe, al efecto fisiológico directo de una sustancia (drogas de abuso, medicación, o exposición a sustancias tóxicas) o a condición médica general.

Las personas que padecen un trastorno de personalidad generalmente presentan una marcada inestabilidad afectiva y conductual, que altera y perturba diversas áreas de su vida, tanto a nivel laboral, afectivo como relacional, no sólo del propio paciente sino también de las personas que le rodean. Además, pueden coexistir otras complicaciones asociadas reactivas, tales como trastornos del estado de ánimo, de la alimentación, drogodependencias, etc. que agravan el problema. Podríamos decir, por tanto, que las personas que padecen un trastorno de personalidad pueden con frecuencia presentar una serie de conductas que limiten enormemente su equilibrio emocional.

Tipos de trastornos de personalidad

Se caracteriza por una dificultad para establecer relaciones sociales, ausencia de sentimientos cálidos y tiernos, indiferencia a la aprobación o crítica. Este tipo de personas poseen un carácter frío y distante, mostrándose indiferentes tanto al halago como a la crítica. Cuentan, consecuentemente, con pocas amistades (generalmente familiares muy cercanos) y se decantan por actividades o trabajos que no impliquen el contacto con otras personas. No obstante, las personas con este trastorno tienden a ser capaces de funcionar en su vida diaria, pero no desarrollan relaciones significativas con los demás, ya que ni desean ni disfrutan estableciéndolas.

Similar al anterior trastorno descrito (trastorno esquizoide), éste se caracteriza además por anormalidades de la percepción, pensamiento, del lenguaje y de la conducta; que no llega a reunir los criterios para la esquizofrenia. Suelen, por ejemplo, mantener creencias raras o pensamiento mágico (supersticiones, creer en la telepatía…) que influyen en su comportamiento. Pueden tener además un lenguaje raro (vago, circunstancial…) así como una apariencia extraña o excéntrica.
 
Su patrón de comportamiento se caracteriza por poseer una Conducta teatral, reactiva y expresada intensamente, con relaciones interpersonales marcadas por la superficialidad, el egocentrismo, la hipocresía y la manipulación. Son personas fácilmente sugestionables, que mantienen una emotividad excesiva y demandan continuamente la atención de los demás. Cuando no lo consiguen, se sienten incómodos y despreciados. Esta actitud se traduce en un excesivo cuidado en su apariencia. Hacen amistades fácilmente, considerando en muchas ocasiones sus relaciones más cercanas de lo que realmente son. La interacción con los demás suele estar caracterizada por un comportamiento sexualmente seductor o provocado
Se caracteriza por Sentimientos de importancia y grandiosidad, fantasías de éxito, necesidad exhibicionista de atención y admiración y falta de empatía. Son personas que buscan la admiración de los demás, manteniendo un concepto hipervalorado de sí mismos y siendo frecuente la envidia hacia los demás (o considerando que los demás le envidian a él). Generalmente se sienten con derecho a recibir un tratamiento especial por parte de los que le rodean y pueden tornarse exigentes, irritados y fácilmente ofendidos. Intentan con frecuencia sacar provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
 
Desconfianza excesiva o injustificada, suspicacia, hipersensibilidad y restricción afectiva. Estas personas interpretan las intenciones ajenas como maliciosas, lo que les hace mantenerse en perpetua actitud de defensa con su entorno, sospechando, sin base suficiente, que los demás se van a aprovechar de ellos, les van a hacer daño o les van a engañar. Pueden, por tanto, percibir ataques a su persona o a su reputación que no son aparentes para los demás, pudiendo reaccionar con ira. Suelen albergar rencores durante mucho tiempo, por ejemplo, no olvidando insultos, mentiras o desprecios ajenos.
Conducta antisocial continua y crónica, en la que se violan los derechos de los demás. Suele presentarse antes de los 15 años y persiste en la edad adulta. La principal característica de este tipo de trastorno es la irresponsabilidad y la violación de las normas sociales, pudiendo manifestar agresividad o irritabilidad. Son personas que actúan por las apetencias del momento presente, sin tener en cuenta las consecuencias posteriores. Pueden mentir repetidamente o estafar a otros para obtener un beneficio propio o por placer, manifestando una clara indiferencia ante dicho daño.
 
Este trastorno se caracteriza por una marcada Inestabilidad en el estado de ánimo, la identidad, la autoimagen y la conducta interpersonal. Suelen comportarse de manera impulsiva (gastos, sexo, conducción temeraria, abuso de sustancias, etc.), siendo las relaciones con los demás inestables e intensas. El sentimiento de vacío es muy característico, por lo que la persona hace verdaderos esfuerzos por evitar un abandono (real o imaginario). Además, pueden tener problemas de identidad relacionados con la imagen que tienen sobre sí mismos, con sus objetivos vitales, la elección de su profesión, de sus amigos y de sus propios valores. Asimismo, tienden a ver a las personas y a las situaciones de una manera extremista: o muy buenos o muy malos, pudiendo llegar a experimentar una ira inapropiada o intensa y/o a tener conductas autodestructivas en momentos de crisis (autolesiones, intentos de suicidio…) Es un trastorno frecuentemente asociado al consumo de tóxicos y a trastornos de alimentación.
 
Se caracteriza por la Hipersensibilidad al rechazo, la humillación o la vergüenza. Retraimiento social a pesar del deseo de afecto, y baja autoestima. El principal problema de estas personas es su actitud hipersensible que les hace sufrir ante cualquier crítica o rechazo de los demás, y que en muchas ocasiones les dificulta hablar en público, acudir a reuniones sociales o iniciar amistades. Son muy autocríticos y suelen contemplarse a sí mismos como ineptos, lo que les genera inseguridad a la hora de iniciar relaciones sociales. Excesivamente preocupados por sus propios defectos, suelen anticipar un desenlace negativo ante cualquier tipo de situación social, sintiéndose angustiados e incapaces.
 
Pasividad para que los demás asuman las responsabilidades y decisiones propias. Subordinación e incapacidad para valerse solo. Falta de autoconfianza. El problema principal de las personas que sufren este tipo de trastorno es su necesidad de aprobación externa para llevar a cabo cualquier tipo de actividad. Esta necesidad hace que adquieran un comportamiento sumiso y pasivo hacia los demás por temor a separarse de su zona de seguridad y protección. Son personas con marcada inseguridad que aceptan que sus parejas, padres, amigos… tomen por ellos decisiones importantes. Esta dependencia hace que, además, no se atrevan a mostrar opiniones contrarias ante los demás, por temor a la pérdida de apoyo o aprobación. Cuando terminan una relación importante, buscan desesperadamente otra relación que les proporcione el cuidado y apoyo que necesitan.
 
 
Perfeccionismo, obstinación, indecisión, excesiva devoción al trabajo y al rendimiento. Dificultad para expresar emociones cálidas y tiernas. Excesiva terquedad, rigidez y escrupulosidad en temas éticos y morales. Son personas que se preocupan excesivamente por los detalles, las normas, las listas, la organización o los horarios, hasta el punto de perder de vista el objeto principal de la actividad. Su perfeccionismo llega a tales extremos que puede interferir con la finalización de las tareas (por ejemplo, pueden tener dificultades para acabar un proyecto porque no cumple sus propias exigencias, que suelen ser demasiado estrictas). Son reacios a delegar tareas a otros, a no ser que éstos se sometan exactamente a su manera de hacer las cosas. Pueden adoptar un estilo avaro en los gastos para él y los demás, con la idea de prevenir catástrofes futuras.

Aunque atendemos cualquier otro tipo de trastorno de la personalidad, dada la mayor prevalencia y gravedad del trastorno límite, en nuestro centro disponemos de profesionales especializados en este problema. Compaginamos la ayuda médica psiquiátrica y la psicoterapia junto con actividades de vida saludable orientadas a buscar la estabilidad emocional.

Si está interesado en recibir información sobre nuestros tratamientos y terapias para cualquier tipo de trastorno póngase en contacto con nosotros completando el formulario y le brindaremos toda la información necesaria por alguno de nuestros psiquiatras.

Como hemos señalado anteriormente, el núcleo central de este trastorno se caracteriza por una marcada inestabilidad a diferentes niveles: principalmente en las relaciones interpersonales, la imagen de uno mismo y la afectividad. Dicha inestabilidad se suele ver reflejada en los siguientes síntomas:

  • Esfuerzos frenéticos por evitar un abandono real o imaginario.
  • Un patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas, caracterizado por la alternancia entre los extremos de idealización y devaluación (por ejemplo, en cierto momento la persona puede ensalzar las virtudes de un conocido o amigo, para posteriormente al cabo de un tiempo opinar totalmente lo contrario de esa misma persona).
  • Alteración de la identidad: autoimagen o sentido de sí mismo continuamente inestable.
  • Impulsividad potencialmente dañina para sí mismo (a través de gastos, conducta promiscua, abuso de tóxicos, conducción temeraria, problemas de alimentación)
  • Inestabilidad afectiva debido a una notable reactividad del estado de ánimo (por ejemplo, episodios de ánimo irritable y/o ansiedad que pueden durar horas o días).

El origen de los trastornos de la personalidad continua siendo desconocido. No obstante, en la actualidad existe gran consenso a la hora de afirmar que la personalidad se desarrolla a partir de la interacción entre un conjunto de disposiciones hereditarias y de influencias ambientales.

Se han propuesto varios factores para explicar el origen del trastorno de personalidad límite (TLP). Algunos autores han subrayado la importancia de los rasgos genéticos de la personalidad y su papel como factores de riesgo o protectores respecto a la sensibilidad al contexto.

Otros han relacionado la sintomatología límite con las relaciones de apego temprano, aunque sobretodo son frecuentes en la historia personal de estos pacientes la experimentación de un trauma grave temprano (en la infancia/adolescencia), entendiendo como trauma una amenaza para la integridad física de uno mismo y/o de los demás, tales como, por ejemplo, abusos sexuales o maltrato en la infancia. No obstante, es preciso tener en cuenta que en la infancia muchas amenazas percibidas provienen más de las señales afectivas y de la accesibilidad del cuidador primario (madre/padre generalmente) que del nivel real de peligro físico o el riesgo para la supervivencia. Una forma de trauma que a menudo se pasa por alto son los denominados “traumas ocultos”, que tienen que ver con la incapacidad del cuidador para reconocer y modular los sentimientos y afectos del bebé.

En resumen, podríamos decir que a la hora de desarrollar un trastorno límite de la personalidad (TLP) pueden influir tanto los efectos acumulativos e interactivos de muchos factores de riesgo, como ciertos factores protectores, es decir, que nos encontramos con influencias biológicas, psicológicas o sociales. El carácter o temperamento puede, por tanto, predisponer a cada niño a ciertas dificultades, pero es necesario que dichas características temperamentales se conjuguen también con determinados factores de riesgo psicológico, como el trauma o las pérdidas y fallos parentales, para que el trastorno de personalidad se desarrolle.

En nuestro centro somos conscientes de que el trastorno límite implica un enorme sufrimiento psicológico para la persona que lo padece, así como para sus familiares. Existen serias dificultades para controlar las propias emociones, las relaciones son intensas e inestables y el descontrol de impulsos puede llevar a la persona a reaccionar de manera explosiva, produciéndose un elevado riesgo de comportamientos autolesivos e incluso intentos de suicidio. Es por eso que normalmente los pacientes diagnosticados de TLP padecen un deterioro severo en su funcionamiento cotidiano. En nuestro centro, disponemos de un entorno inigualable que permite al paciente separarse del ambiente invalidante, relajarse y centrarse en su tratamiento.

A partir de aquí, el tratamiento se dirige en primer lugar al abordaje de aquellas conductas que pueden suponer una situación de riesgo vital para el paciente (conductas de autolisis e intentos de suicidio). Nuestro fin es básicamente entrenar a la persona con TLP para la puesta en práctica de otras conductas más adaptativas para la resolución de las relaciones intra e interpersonales, imposibilitando al mismo tiempo otras conductas que interfieren negativamente con el éxito de la terapia (como conductas de riesgo o abandono e inasistencia a las citas, que son muy comunes en este trastorno…).

También son objetivos de tratamiento: el aumento de la capacidad para regular las propias emociones y para mantener unas relaciones interpersonales satisfactorias, la elaboración de situaciones traumáticas anteriores, entrenamiento para la resolución de los problemas de la vida diaria y para la promoción del auto-respeto y finalmente entrenar al paciente para mantener la alegría y para disfrutar de sus experiencias personales. El abordaje farmacológico y el trabajo con la familia también son pilares importantes en el tratamiento, pues en muchas ocasiones el entorno puede reforzar de manera inconsciente conductas claramente disfuncionales de la persona con TLP.

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